19 May 2024
 

 

 

 

24 de abril de 2015. ¿Alegría o angustia ante el mundo de hoy? Autor: Padre, Jorge Enrique Bustamante Mora. Teología en la universidad javeriana en Bogotá. Licenciado en teología bíblica, universidad gregoriana en Roma – Italia.

Sacerdote Arquidiócesis de Ibagué, Colombia.  En una sociedad tan compleja, donde lo científico y técnico es lo único que importa, donde lo jurídico a veces no refleja la justicia ni la verdad sino el querer de “quien tiene el poder”, en una realidad donde es más importante no talar un árbol que defender la vida de un inocente, en medio de esta marea donde no importa lo objetivo y verdadero sino que se impone la decisión y el querer colectivo aun en contra de la verdad.

En medio de este desazón donde se cuestiona, se persigue, se ridiculiza, se calla y hasta se asesina a quien cree en Dios, siento en mi corazón una cierta opresión, sí, mi sentimiento es como dice la canción: “Olvida el hombre a su Señor, y poco a poco se desvía, y entre angustia y cobardía, va perdiéndose el amor, Dios le habla como amigo, huye el hombre de su amor...”. Este mal que destruye al hombre tiene nombre: “El hombre se ha olvidado de Dios”, y cuando miro la historia y descubro el actuar de Dios en ella, “Yo siento angustia cuando veo, que después de dos mil años, y entre tantos desengaños pocos viven por amor, muchos hablan de esperanza más se alejan del Señor...”

Este sentimiento de angustia, de perplejidad, de desazón se convierte en grito esperanzador cuando contemplando la realidad de la vida descubro, hombres y mujeres, que con amor entregan lo mejor para dar a conocer a nuestro Dios. Pienso en tantos y tantas que con abnegación, sacrificio, fe firme y esperanza cierta, luchan por crear un mundo mejor; pienso en esos hermanos que en la ciudad o el campo con su fe sencilla anuncian que hay un Dios.

Que alegría de esperanza siente mi corazón cuando imaginando el mundo como cubierto de tinieblas, descubro que cada católico se enciende y se gasta como una pequeña luz para disipar estas densas tinieblas. Y es aquí donde entiendo lo que nos dijo Jesús: “ustedes son la sal… y la luz del mundo” (cf. Mt 5, 13-16). Sí, cada uno de nosotros es una pequeña luz para iluminar este mundo que ha olvidado a su Dios, cada uno de los creyentes  es un terrón de sal para dar sabor a este mundo que ha perdido la sazón. Y como dice la misma canción “Todo podría ser mejor, Si mi pueblo procurase, caminar sin alejarse del camino del Señor…”

Gracias a cada creyente, a cada agente de pastoral, a cada hombre y mujer que dejan ver la belleza del creer. Gracias a todos y a todas, gracias a este amor que nos llega de Dios, aún hay esperanza de un mundo mejor. No perdamos el sabor, sigamos siendo sal, no dejemos que las tinieblas apaguen nuestra luz, como dice el papa Francisco en La Alegría del Evangelio: “nunca nos declaremos muertos pase lo que pase” (EG #3), y sigamos valientemente anunciando a Cristo, su mensaje, su Buena Nueva, recordemos que los cambios vienen de la base, del encuentro personal con el Señor Jesús. El mundo vive el mal de “olvidar a Dios”, nosotros tenemos la “cura”, anunciemos a Dios, hagámoslo presente en todos los rincones y ambientes de nuestra sociedad, como nos lo recuerda San Pablo: “proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Timoteo 4,2); vive la alegría y el compromiso de anunciar a Jesús, como nos lo recuerda el papa Francisco: “es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco, y sin miedo” (EG 23). Tú y yo somos Iglesia, salgamos gozos y alegres a anunciar el Mensaje de Salvación. ¡Gracias por creer y por anunciar al Señor!