28 April 2024
 

 

 

 

28 de abril de 2015. La Biblia manual de vida y de oración. Autor: Padre, Jorge Enrique Bustamante Mora. Teología en la universidad javeriana en Bogotá. Licenciado en teología bíblica, universidad gregoriana en Roma – Italia. Sacerdote Arquidiócesis de Ibagué, Colombia. Como creyentes vamos avanzando en nuestro crecimiento espiritual, a veces de manera prodigiosa, en otras poco a poco, pero la meta es crecer

continuamente “hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la plena madurez de Cristo” (Efesios 4,13). Cuando nos detenemos a mirar nuestra vida nos damos cuenta de las diferentes etapas que hemos recorrido, etapas que no están ligadas a la edad cronológica, pero sí muy unidas al conocimiento e intimidad con Dios. Etapas que han sido marcadas por nuestra manera, y forma de relacionarnos con Dios.

“Como niños recién nacidos, deseen la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcan para la salvación” (1Pedro 2,2), es necesario crecer para soportar el alimento sólido, porque el alimento sólido es de adultos  (cf. 1Corintios 3,1-2; Hebreos 5, 11-14). La leche espiritual pura, o el alimento sólido lo encontramos en la Palabra de Dios; por ello, un signo de este crecimiento es el lugar y presencia que ocupa el Texto Sagrado en nuestra vida espiritual, en nuestra vida diaria. Todo cristiano necesita y debe tener momentos a solas con Dios, para entrar en diálogo íntimo y amoroso con Él; y el medio más eficaz es vivir el encuentro con la Palabra de Dios. Encuentro que no es fruto de la curiosidad, ni el deseo de adquirir una buena cultura general, ni siquiera encuentro para conocer y estudiar dicha Palabra; es sencillamente encuentro confiado del hijo con su Padre que amorosamente sale a su encuentro.

La Biblia el manual de los manuales.

En los ambientes espirituales encontramos cantidad de manuales de oración, de crecimiento, de ayuda espiritual…etc. Existe una variada y abundantísima literatura al respecto, todos ellos útiles y validos en algún momento de nuestra vida, pero nuestro objetivo es crecer y llegar a las fuentes, y ninguno de esos “manuales de oración” llega a tener la fuerza y eficacia que tiene la Sagrada Escritura. El Texto Sagrado tiene una fuerza única que ningún otro libro puede ofrecer, y es que es Palabra de Dios, “leche espiritual pura, alimento sólido”, ningún otro manual por bueno e importante que sea puede igualar esta condición; es más, esos buenos y gustosos manuales de vida devocional o espiritual son fruto del encuentro que sus autores tuvieron con la Palabra de Dios; por tanto son una invitación para que nos preocupemos de vivir este encuentro personal con la Palabra de Dios.

El Texto Sagrado nos comunica la Palabra de Dios  que es “viva y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta la división entre el alma y espíritu, articulaciones y médulas; y discierne sentimientos y pensamientos del corazón” (Hebreos 4, 12), que “da la sabiduría que lleva a la Salvación mediante la fe en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3, 15), Palabra que se convierte en “antorcha par a mis pasos, luz para mi sendero” (salmo 119, 105) ella nos es de ayuda personal y comunitaria “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir, y para educar en la justicia. Así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena” (2 Timoteo 3,16-17). Ante tanta riqueza inigualable, el Texto sagrado es y debe ser para cada creyente el manual por excelencia de su vida espiritual.

La Biblia en la vida devocional del creyente.

Cuando llegamos a cierta etapa de nuestro crecimiento, no que hayamos llegado a la meta, se siente un gusto especial por tomar la Biblia en las manos y pasar largos momentos devorando su mensaje, como dice el profeta Jeremías: “Cuando encontraba palabras tuyas, las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón” (Jr 15,16). O como lo expresa el primer salmo: “Se complace en ley de Dios, su ley medita día y noche” (salmo 1, 2). Ella se convierte en el alimento por excelencia de la vida espiritual, un alimento de gran agrado “¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!, más que la miel a mi boca” (sal 119,103).

El creyente siente necesidad de guardar silencio, tomar en sus manos el Texto Sagrado y dejar que el Dios de su amor le hable al corazón; que gusto se siente en el silencio del encuentro orar con un salmo, repetir una y muchas veces la expresión de un proverbio, o una sentencia, o una frase que en la Sagrada escritura encontramos,  deleitarnos con una de esas maravillosas historias del amor de Dios, seguir el caminar hilado y continuo de un evangelio, gozarnos y admirarnos con una de las cartas de Pablo o las llamadas Católicas, o sencillamente dejarnos admirar por su grandiosa Palabra; dejar que la Palabra de Dios haga su trabajo en nosotros

Hagamos de la Biblia nuestro manual preferido de oración, y digamos con el salmista “Dame inteligencia para guardar tu ley y observarla de todo corazón” (salmo 119,34).