29 April 2024
 

25 Marzo 2012.  Alfonso Llano Escobar, S. J.

Jesús todo buscaba, menos autoridad, prestigio, cabezas inclinadas, manos encadenadas. Jesús se presentó en la historia para forjar hombres libres, hijos de Dios. Fuente. “Periódico el tiempo, Colombia.)

                Ojalá se tratara aquí de la Ley de Moisés, que alguna luz irradiaría   O, ¿la ley para el hombre? Veamos cómo resolvió Jesús el dilema.

                A diferencia del animal, el ser humano puede y debe prever sus obras y proyectar lo que piensa realizar. Para ello se encuentra dotado de un acto de la conciencia conocido con el nombre de valoración, mediante el cual la conciencia, iluminada por un criterio, ve con claridad si la obra que va a realizar es buena o mala moralmente, vale decir, si les va a contribuir a él y a las personas implicadas en su acción, a su crecimiento humano integral o, al contrario, a perjudicar. Si contribuye, su acción va a ser buena. Si destruye valores y se opone al crecimiento, la acción será mala.

                Jesús fue explícito en enseñarnos el uso de la conciencia para que conociéramos el bien de nuestras acciones por los signos de los tiempos.

San Lucas (12, 54) nos presenta a Jesús revelando la utilidad de la conciencia para discernir y obrar el bien. "Cuando veis que una nube se levanta por occidente, al momento decís: 'Va a llover' y así sucede. Y cuando sopla el viento sur, decís: 'Viene bochorno' y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto del firmamento y predecir los climas de la tierra, ¿cómo no exploráis, con vuestra conciencia, los signos de los tiempos para descubrir lo que es bueno o es malo?".

Pero vengamos a la aplicación que hace Jesús de este criterio.

                Tomemos un pasaje del evangelio de san Lucas (Lucas 13, 10): "Estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga. Se encontraba allí presente una mujer a la que un mal espíritu traía enferma desde hacía dieciocho años; encorvada y no podía enderezarse. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: 'Mujer, quedas libre de tu enfermedad'. Y le impuso las manos. Al instante, se enderezó y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, ciego y tonto, indignado de que Jesús hubiese curado a esta mujer en sábado, decía a la gente: 'Hay seis días en la semana en los que se puede trabajar; venid pues en esos días a curaros, y no en día sábado'. Reacciona violentamente Jesús y los interpela: '¡Hipócritas! ¿No desatáis vosotros en sábado a vuestro buey para llevarlo a abrevar? Y a esta hija de Dios, a la que hace ya dieciocho años traía atada una enfermedad, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura el día sábado?'. Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban abochornados, al quedar descubierta su malicia, mientras toda la gente se maravillaba con las obras que hacía".

Adentrémonos un poco en cada uno de los dos criterios que se encuentran aquí en juego. Para Jesús, ante la enfermedad de esta mujer, ¿qué prevalece: la letra de la ley o la caridad?

                Ojalá se tratara aquí de la Ley de Moisés, que alguna luz irradiaría. Pero esas minucias, de factura estúpidamente humana, no pasaban de ser otra cosa que una trampa para cazar ingenuos y meterlos en grillos y cadenas para esclavizarlos. Y caían por millares en sus redes.

                Tal criterio lo único que servía era para que las autoridades se sintieran honradas y respetadas por el pueblo, y para que este fuera reducido a esclavitud bajo el yugo de leyes estúpidas. No cabe duda: para Jesús prevalece el amor.

                Jesús todo buscaba, menos autoridad, prestigio, cabezas inclinadas, manos encadenadas. Jesús se presentó en la historia para forjar hombres libres, hijos de Dios. En sábado -símbolo de la ley-, que había sido creado para bien del hombre y no este para ser convertido en esclavo de la ley, y de las autoridades religiosas, en sábado, declara el Maestro, se puede sacar un buey de una zanja para llevarlo a abrevar, cuánto más liberar a una hija de Dios, que se encontraba esclavizada por la enfermedad. ¡Qué buena lección para ciertos sacerdotes legalistas! ¡Viva la sensatez! ¡Viva la libertad!