6 December 2024
 

Agradecimientos a:  Cempafal.   "Descubrir la Biblia"

El Nuevo Testamento en la Biblia: En todas las partes del mundo y en distintas lenguas se ha narrado un acontecimiento, que aunque haya pasado hace ya muchos años, sigue estando presente en la mente y en el corazón de todos los hombres: la vida y misión de Jesús de Nazareth. Este acontecimiento fundamental nos viene relatado en los escritos del Nuevo Testamento, principalmente en los Evangelios. Ellos “nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas. su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo” (DV 20). 

Los Evangelios son “el corazón de toda la Escritura por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne” (DV 18). Los que le acogieron, -sus apóstoles-,  le reconocieron como el Mesías anunciado desde mucho antes. “Aquel de quien escribió Moisés en la ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, el hijo de José, el de Nazareth” (Jn 1,45). 

La Palabra de Dios se ha hecho oír en el mundo mucho antes de la venida de Cristo. La voz de Jesús ha sido precedida de un largo diálogo entre Dios y la humanidad. El  evangelio se nos presenta, por consiguiente, como una conclusión: “Después de haber hablado muchas veces y de muchas maneras a nuestros padres en tiempo lejano por medio de los Profetas, Dios, últimamente, en nuestros días, nos ha hablado por su Hijo...” (Heb 1,1)  2.    Marco histórico: Los sucesos a los que hace referencia el N.T están encuadrados por un triple ambiente: el judío en el aspecto religioso, el romano en el aspecto político, y el griego por el aspecto cultural. El judaísmo, efectivamente, con su problemática religiosa, repercute poderosamente sobre el cristianismo.   El drama de Jesús, que desemboca en su pasión y muerte, lo mismo que las  primeras persecuciones y dificultades en el apostolado, provienen del judaísmo.   Todos los escritos del NT hacen referencia a la problemática que vivieron los cristianos con el mundo judío. El imperio romano es el poder político bajo el que se mueve el cristianismo del siglo I.    En los primeros tiempos su política con los cristianos podría considerarse como benévola (Cfr. libro de los Hechos), pero al final del siglo, el Apocalipsis tiene que alzar su grito frente a la persecución de la nueva Babilonia. La cultura griega se había extendido a través de todo lo que en aquellos momentos podía ser considerado como el mundo civilizado.   Esta cultura estaba propiciando en aquellos momentos, una situación de lujo y de miseria, con la consiguiente secuela de corrupción, contra las que, no obstante, reaccionaba alguna minoría.  A través de los Hechos  de los Apóstoles y en las cartas  vemos los obstáculos que esta cultura pagana ofrecía a la expansión del Evangelio. Cronológicamente, el nacimiento de Jesús tiene lugar dentro del reinado de Herodes el Grande, quien gobernaba en toda Palestina desde el año 37 a. C.; gracias a la benevolencia de Roma;  Jerusalén había sido conquistada por Pompeyo el año 63 a. C.  Al frente del imperio se encuentra Augusto, que morirá el año 14 de la era cristiana. Tras Herodes el Grande las diversas regiones de Palestina se van a encontrar, por lo general, divididas entre diversos descendientes de Herodes, de acuerdo con el permiso y los intereses de quien gobierne en Roma.  No obstante, Judea y Samaría se verán, la mayor parte del tiempo, bajo la jurisdicción directa de Roma.  Es lo que sucede durante la vida pública de Jesús:  el Procurador Romano Poncio Pilato reside en Cesarea y Jerusalén, mientras que en Galilea y Perea gobierna el rey Herodes Antipas. 3.            Los libros del Nuevo Testamento:                Breve presentación de cada bloque y de cada libro El Nuevo Testamento es una “pequeña biblioteca” conformada por 27 libros. Estos libros son como las hojas de un gran registro donde están consignados los hechos de Jesús y la vida de las primeras comunidades cristianas fundadas por los apóstoles.   El Nuevo Testamento es, pues, la Nueva Alianza extendida a todos los hombres y sellada de una vez para siempre con ellos por medio de la Sangre derramada en la Cruz. 

Los libros que conforman el Nuevo Testamento los podemos agrupar en los siguientes bloques:

Libros Históricos: En la formación de los Evangelios se pueden distinguir tres etapas: 1. La vida y la enseñanza de Jesús: “La Iglesia mantiene firmemente que los cuatro evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús, Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día en que fue levantado al cielo". 2. La tradición oral: "Los apóstoles ciertamente después de la ascensión del Señor predicaron a sus oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia de que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de verdad". 3. Los evangelios escritos: "Los autores sagrados escribieron los cuatro evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas que ya se transmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o explicándolas atendiendo a la condición de las Iglesias, conservando por fin la forma de proclamación, de manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera acerca de Jesús" (Nros. 125-126)

 

Los Evangelios Sinópticos:  A los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas se les llama ”Sinópticos”, porque según esta palabra griega, se les puede leer conjuntamente abarcándolos con una sola mirada. En efecto, los tres siguen el mismo plan y nos ofrecen tres narraciones paralelas de la vida de Jesús: Marcos: Es el más breve, el de más vivacidad y al mismo tiempo el más impresionante por su simplicidad. Podemos decir en cierto modo que él  no lo ha compuesto como un escritor, sino a la manera de un periodista moderno, nos ha dado reportajes vividos al filmar para nosotros escenas de la vida de Jesús. Lo muestra, ante todo, como un Hombre dedicado al servicio humilde de los enfermos y de los pecadores, en quien Dios ha hecho resplandecer su poder de salvación. 

Marcos es el más antiguo de los Evangelios, por ello lo colocamos de primero. Está constituido de 16 capítulos y parece que fue escrito en Roma entre los años 60 y 70, destinado a paganos que se convertían al cristianismo. Este Evangelio es como una iniciación en el misterio cristiano para los que habían escuchado el primer anuncio y habían dado el primer paso, pero tenían que llegar a una comprensión más profunda de Cristo. La pregunta que constituye el centro del Evangelio de Marcos es: ¿Quién es Jesús?. Marcos quiere revelarnos la verdadera identidad de Jesús y lo hace desde el inicio de su libro: “Comienzo del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (Mc 1,1). Jesús es para Marcos, más que nada el Hijo de Dios. Ese título es único de Marcos, pero él lo usa en momentos llamativos y lo hace ver proclamado por Dios y por hombres (Mc 1,11; 9,7;15,39)

 Mateo:  Es el más largo, el más ordenado y al mismo tiempo el más solemne. Mientras Marcos describía los hechos y los gestos de Jesús, Mateo compone con sus palabras, al estilo de un Maestro que expone clara y pedagógicamente su enseñanza, que en Jesús se cumple todo cuanto han anunciado los profetas.  Compuesto por 28 capítulos, el Evangelio de Mateo es un escrito que une el Antiguo y el Nuevo Testamento. Lo anunciado y prometido en aquél, se cumple en éste. Los destinatarios de su evangelio son judíos convertidos al cristianismo en tensión entre el seguimiento de la Ley y el de Jesús. Parece que fue escrito en Antioquía o en otra ciudad de Siria cerca del año 80. Jesús en el evangelio de Mateo es ante todo, el Mesías, rey de Israel, que cumple las promesas y satisface las esperanzas de su pueblo, por ello desde el inicio quiere demostrar, que Jesús es descendiente de David. Por otro lado, quiere justificar la creciente presencia de gentiles en su comunidad, probando la incongruencia del exclusivismo de Israel porque “Dios puede de estas piedras hacer hijos de Abraham” (Mt 3,9). De este modo la Iglesia se convierte en el nuevo Israel. Lucas:   Es el más colorido, delicado y cuidado de los Evangelios. Con un estilo cálido proclama la Misericordia de Jesús.  Él está lleno de gracia  y de bondad, llega como el portador del gran perdón divino para los hombres. Fue escrito aproximadamente entre lo años 75 a 85, dirigido a Teófilo, personaje desconocido en quien debemos ver a los cristianos que proceden del paganismo y de la cultura griega. A Lucas le interesan más esos paganos y sus problemas, que los judíos. Las comunidades lucanas son abiertas, en ellas caben personas procedentes de diferentes culturas, pobres y ricos, pequeños y mujeres, todos los hombres, por ello Jesús para Lucas es el salvador universal de todos los hombres, de todos los pueblos.  El evangelio está conformado por 24 capítulos. Evangelio de San Juan. Este Evangelio no lleva ninguna firma; una antigua y segura tradición lo atribuye al Apóstol san Juan, uno de los que estuvo más íntimamente unido a Jesús: el reclinó su cabeza sobre el pecho de Jesús en la última cena, el recibió el encargo de cuidar a María como a su “Madre”, etc. Por eso sus memorias, más que las de los otros evangelistas, serán como una colección de pensamientos sobre Cristo fruto de una fecunda meditación. En él la revelación alcanza, más que nuevos progresos, una última perfección de claridad y una síntesis perfectamente armoniosa.  Escrito entre los años 90 a 100 a unas comunidades cristianas que están impregnadas de la cultura grecorromana, inspirada en el helenismo. Su estructura aunque es común a la tradición de los Evangelios, es libre y original con respecto a los Sinópticos. En los 21 capítulos de este Evangelio, Jesús es presentado como el Verbo hecho carne, que viene a dar la vida divina a los hombres. Es llamado también el libro de los signos, porque por medio de distintas señales invita a los hombres a creer para que alcancen la vida.

 

Hechos de los Apóstoles

Se ha considerado a Lucas como autor de este libro.   En él se narra la vida de la primera comunidad cristiana y la expansión de la fe desde Jerusalén hasta los confines del mundo.   En la primera parte del libro, el autor se centra sobre la acción de los apóstoles; en la segunda parte, Pablo es el protagonista principal.  El libro, compuesto de 28 capítulos, es llamado la segunda parte de la obra de Lucas, pues si la primera se interesaba por Jesús y su misión, ésta se interesará por sus testigos, los Apóstoles, (en especial las misiones de Pedro y Pablo como evangelizadores), haciendo una historia del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, es decir, de la comunidad cristiana naciente que guiada por el Espíritu Santo, extiende el Evangelio de Cristo por todo el mundo conocido. Aquí el protagonista es el Espíritu Santo, que acompaña a la Iglesia y a los testigos de Cristo y les da fortaleza en los momentos de dificultad y persecución. Esta obra fue escrita terminando el siglo I y muestra como lugares de acción primero Jerusalén y luego el Asia Menor, hasta llegar a Roma capital del imperio.

 

Cartas de Inspiración Paulina

Estos escritos son variados en contenidos y expresiones. Son la respuesta del apóstol a situaciones concretas. Dentro de ellas podemos resaltar algunos temas, como por ejemplo: ·       Lo gratuito y universal de la salvación por la fe en Cristo (Gal, Rom).·       La espera laboriosa del retorno del Señor (1 y 2 Tes).·       La perfección de vida evangélica en la caridad, que obliga tanto a individuos como a comunidades (Rom; 1 y 2 Cor).·       El señorío de Cristo (Col), y la plenitud de su Iglesia (Ef). Se consideran como cartas de San Pablo: Ø  Las que se llaman mayores por ser las más extensas y las que contienen una teología más densa:  Romanos, Gálatas, 1 y 2 Corintios.Ø  Las que se llaman de la cautividad, porque fueron escritas por el Apóstol mientras estuvo en la cárcel:  Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón.Ø  Tenemos dos cartas más, probablemente las primeras en ser escritas, que tocan ante todo el tema de la resurrección de los cristianos y el momento de la segunda venida del Señor: 1 y 2 Tesalonicenses.Ø  Finalmente, las llamadas pastorales, porque fueron dirigidas a dos de los discípulos más cercanos a Pablo y hablan de la manera en que ellos deben conducir o pastorear a la Iglesia:  1 y 2 Timoteo, Tito. Ø  La carta a los Hebreos se ha considerado como perteneciente a los escritos Paulinos.  Ella habla de Cristo, Sumo Sacerdote, que lleva a plenitud los sacrificios de la Antigua Alianza.

 

Cartas a los Tesalonicenses: Son de las primeras que Pablo escribió, aproximadamente en el año 50. La preocupación que tenía la comunidad de Tesalónica que es de origen pagano, era la suerte de los primeros cristianos fallecidos y cuándo sería la venida gloriosa del Señor. Pablo les contesta que el hecho verdaderamente decisivo es que todos los que mueran en Cristo, sean cuales fueran sus circunstancias, alcanzarán la salvación. En la segunda carta se refleja, que aún las preocupaciones seguían en la comunidad y ante la inminencia de la segunda venida, muchos habían dejado de trabajar para esperar la venida del Señor. Cartas a los Corintios: Escritas entre los años 53-57. Corinto era una ciudad con fama de libertinaje en sus formas de vida. El tema y el objetivo de la primera carta es la construcción de la comunidad, Pablo lo intenta insistiendo en la unidad y abordando algunos temas que afectan a la Iglesia: la sexualidad y el matrimonio, la libertad cristiana y el respeto a los otros, el culto y la Eucaristía, los dones del Espíritu y la resurrección de los muertos. En la segunda carta Pablo habla de sus relaciones con la comunidad y defiende su apostolado atacado por algunos, igualmente invita a las colectas en favor de los necesitados como signo de caridad  y solidaridad, finalmente se enfrenta a errores del momento como el gnosticismo. Carta a los Gálatas: Escrita aproximadamente en el año 55. Ante el choque con los judíos que exigían a los cristianos la observancia de la circuncisión y la ley de Moisés, Pablo rechaza esa posición utilizando palabras fuertes y recordando que el Concilio de Jerusalén ya había tratado el tema. Pablo proclama la libertad de los hijos de Dios, pues la fe en Cristo no necesita el complemento de las obras de la ley para llevar a la salvación. La fe engendra hombres nuevos, mientras la ley genera servidumbre. En esta carta también defiende su apostolado. Carta a los Romanos: Escrita entre el año 57-58, es sin duda, una de las más densas e importantes. En esta carta Pablo repite algunos de los temas tratados en su carta a los Gálatas, especialmente el problema constante de la circuncisión y la Ley, pero aquí Pablo responde de una manera menos agitada y con mayor profundidad, señalando que toda la humanidad es culpable y que la salvación viene por la fe. La carta es un tratado sobre la fe cristiana y al finalizar invita a llevar una vida moral recta, practicando los valores doctrinales de la primera parte. Carta a los Filipenses: Pablo escribe desde la prisión a los hermanos de Filipos por los que tenía una especial predilección ya que permanecían fieles a sus enseñanzas, por ello su tono es gozoso y alegre. Escribe esta carta para invitar a la comunidad a seguir unidos en el amor y la humildad, ofreciendo el ejemplo de la humildad de Cristo, a la vez, que les advierte sobre  los falsos maestros que quieren imponer la ley de Moisés y la circuncisión.   Carta a Filemón: Dirigida a un amigo y no a una comunidad, fue escrita desde la cárcel. El destinatario es Filemón a quien se invita a actuar según los valores cristianos con compasión y amor hacia Onésimo, su esclavo, que se había ido de casa; ya que éste se convirtió al cristianismo, se le pide que lo trate como hermano y no como esclavo, ya que ambos son hijos de la misma fe en Cristo.  Carta a los Colosenses: Escrita desde la prisión, a raíz de las noticias alarmantes que recibió de Epafras, ya que habían ciertos errores que concedían excesiva importancia a las potencias celestiales y cósmicas, comprometiendo la supremacía de Cristo, por ello Pablo destaca la pre-existencia y la mediación de Cristo. Cristo es la plenitud de todo lo que existe.  Carta a los Efesios: Repite muchas de las ideas tratadas en la carta a los Colosenses. La Carta es muy positiva, enseña que Cristo es paz, él destruye la barrera entre judíos y no judíos, pues unidos a él esos pueblos antes separados, han llegado a ser uno solo en la Iglesia, que es la familia donde esos cristianos tan diferentes se unen y construyen un cuerpo del cual Cristo es la cabeza.  Cartas a Timoteo y a Tito: Llamadas también cartas pastorales. Se dirigen a personas concretas, dos de los discípulos más cercanos a Pablo, y contienen normas para el gobierno de las comunidades que les han sido confiadas. Las cartas también insisten en la sana enseñanza y en la importancia del testimonio de vida cristiana.  Carta a los Hebreos: Desde hace mucho tiempo se tiene claro que esta carta no es de San Pablo; incluso más que una carta es una homilía o un sermón que tiene como destinatarios no a los hebreos, sino a los cristianos que recién convertidos del judaísmo tuvieron que sufrir contrariedades y soportaron todo con alegría; pero que en el momento habían aflojado en su fidelidad y perseverancia y van para atrás, se les ve cansados y con miedo. El autor los reprende por esto y a la vez los anima con bases doctrinales sólidas demostrándoles la superioridad del culto cristiano y exhortándolos a permanecer fieles. Podemos decir que es una homilía sobre el Sacerdocio de Cristo, que es superior al sacerdocio de la antigua Alianza, es más, es el único y eterno Sacerdote que ha establecido una alianza nueva.

 

Cartas Católicas

Carta de Santiago: Más que una carta parece un sermón de tipo práctico, una exhortación a vivir con coherencia la vida cristiana. Está dirigida a los cristianos de origen judío esparcidos por el mundo entero. La carta es como una colección de temas desarrollados en las celebraciones dominicales, que se refieren a asuntos sobre la vida práctica de la comunidad. Sobresalen en ella dos temas principales, el de la relación entre ricos y pobres; el de la fe y las obras, poniendo de relieve que la fe sin obras, está muerta. Cartas de Pedro: Dos cartas del Nuevo Testamento se atribuyen a Pedro. La primera se dirige a cristianos procedentes del paganismo y Pedro se propone en ésta sostener la fe de los cristianos en medio de las dificultades que tienen, sobre todo de las injurias y calumnias que la pureza de vida que llevan les traerá frente a sus antiguos compañeros del paganismo. En la segunda carta, un discípulo de Pedro quiere prevenir a los cristianos contra los falsos doctores y responder a la inquietud causada por el retraso de la parusía, que algunos trataban de ridiculizar. Carta de Judas: Escrita a finales del siglo I, busca prevenir a los cristianos contra el peligro de una doctrina que estaba dañando gravemente la integridad del Evangelio, quizás el gnosticismo. El autor basándose en el Antiguo Testamento les recuerda, los castigos de Dios a los pueblos infieles y anima a los cristianos a seguir firmes y a convencer y tener compasión con aquellos que tienen dudas. Cartas de Juan: Escritas a finales del siglo I; la primera se preocupa por el error de algunos que rechazaban el cuerpo y el mundo material como malo y por eso negaban que Cristo haya tenido el cuerpo de un hombre. La segunda se preocupa por los engañadores que no reconocen que Jesucristo vino como hombre verdadero. La tercera carta dirigida a Gayo, jefe de la comunidad, agradece la hospitalidad que éste ha dado a los hermanos misioneros que lo visitan, a la vez que lamenta la posición de Diotrefes, otro jefe que prohíbe recibir los misioneros. En  las  tres breves cartas de Juan, se repite el fundamento de la doctrina cristiana para defenderla de los errores -herejías-:·       La fe en Cristo se apoya en su Divinidad. Negarse  a creer que Jesús es el Verbo de Dios Encarnado, es minar por la base la obra de la salvación y ponerse fuera de la Iglesia.·       La vida cristiana se apoya en la práctica de las virtudes evangélicas, en las que la principal es el amor.

 

El Apocalipsis

Aunque aquí no podemos profundizar mucho sobre este libro, digamos que no es el libro del fin del mundo, como muchos lo aseguran.    Es el último libro de la Biblia, un poco difícil de entender por sus características especiales, pues en él se recopilan una serie de visiones que forman una sucesión de cuadros simbólicos, este lenguaje en forma simbólica es un poco complicado para el hombre de hoy, pero era una forma de expresión literaria que venía desarrollándose ya desde el siglo II antes de Cristo. Apocalipsis es una palabra de origen griego que significa “revelación” “quitar el velo”.  El libro así presentado es un grandioso canto a la esperanza y casi una celebración de la victoria de la justicia, la victoria final y total de Cristo sobre el mal a pesar del aparente progreso del mal.  Ciertamente, en el libro se habla de una manera distinta, simbólica, profética, pero una lectura y reflexión detenida, en espíritu de fe, nos mostrará la presencia de Dios que acompaña su Iglesia hasta el final de los tiempos.  En el Apocalipsis, Juan engloba, en una perspectiva única, acontecimientos del presente  y del futuro: ·       En cuanto al presente, Juan señala a los cristianos perseguidos por los emperadores romanos  (Nerón y Domiciano), el fin próximo de la persecución. Bajo la figura de la “bestia monstruosa” o de la “Prostituída Babilonia”, anuncia la inminente caída del imperio romano.

En cuanto al futuro, después de un largo periodo de pruebas y tribulaciones (la lucha de la Iglesia contra Satanás, el dragón del cielo) viene la victoria final de Cristo sobre todos sus adversarios.

ORAR CON LA BIBLIALA LECTIO DIVINA En nuestro encuentro con la Palabra de Dios hasta ahora hemos recibido una cantidad de elementos que nos ayudan a comprender la identidad, la historia, la manera de interpretar el texto bíblico; pero, como aclaramos desde el principio, todo esto se quedaría en una mera erudición sino penetra profundamente en nuestra vida y nos buscar la Palabra como alimento para nuestra fe.  Ya tenemos conciencia de que un cristiano no puede prescindir del alimento que Dios nos ha dejado en su Palabra, ya hemos visto como la Biblia ha sido inspirada por Dios para revelarnos el profundo amor que él mismo nos tiene, ya sabemos que la Sagrada Escritura es Historia de Salvación y ha sido escrita para nuestra salvación, pero ahora debemos dar un nuevo paso: orar con la Biblia, hacer de ella nuestra continua fuente de meditación, hacer de su lectura no sólo una manera de conocimiento sino de verdadero diálogo con Dios.  En la lección nro. 4 (pag. 5) habíamos hablado de la lectura creyente de la Palabra de Dios; ahora vamos a detenernos concretamente sobre la “Lectio Divina”.   1.            ¿Qué significa “Lectio Divina”? Lectio Divina es una expresión que viene del Latín y significa “lectura divina” o “lectura de Dios”.   Con ella queremos expresar que cuando nos dedicamos a la lectura de la Biblia no estamos tomando cualquier libro de historia, de conocimientos o de ciencia, sino que estamos escuchando a Dios que nos habla.   La Lectio Divina no es sólo un método para orar sirviéndose de la Biblia, sino una forma de adentrarse en la Sagrada Escritura hasta llegar al corazón mismo de Dios[1].  La Iglesia, a través de un documento de la Comisión Bíblica Pontificia llamado “La interpretación de la Biblia en la Iglesia Católica”, nos dice: La Lectio divina es una lectura, individual o comunitaria, de un pasaje más o menos largo de la Escritura, acogida como palabra de Dios, y que se desarrolla bajo la moción del Espíritu en meditación, oración y contemplación.La preocupación de una lectura regular, más aún, cotidiana, de la Escritura, corresponde a una antigua práctica en la Iglesia. Como práctica colectiva, está testimoniada en el siglo III, en la época de Orígenes. Este hacía la homilía a partir de un texto de la Escritura leído cursivamente durante la semana. Había entonces asambleas cotidianas consagradas a la lectura y a la explicación de la Escritura....  (Orígenes, Hom. Gen. X, 1).La insistencia sobre la Lectio divina bajo este doble aspecto, individual y comunitario, ha vuelto a ser actual. La finalidad pretendida es suscitar y alimentar un "amor efectivo y constante" a la Sagrada Escritura, fuente de vida interior y de fecundidad apostólica (Enchiridion Biblicum, 591 y 567), favorecer también una mejor comprensión de la liturgia y asegurar a la Biblia un lugar más importante en los estudios teológicos y en la oración.La constitución conciliar Dei Verbum, 25 insiste igualmente sobre una lectura asidua de las Escrituras, para los sacerdotes y los religiosos. Además -y es una novedad- invita también "a todos los fieles de Cristo" a adquirir "por una lectura frecuente de las escrituras divinas la 'eminente ciencia de Jesucristo' (Flp. 3, 8)". Diversos medios son propuestos. Junto a una lectura individual, se sugiere una lectura en grupo. El texto conciliar subraya que la oración debe acompañar a la lectura de la Escritura, ya que ella es la respuesta a la palabra de Dios encontrada en la Escritura bajo la inspiración del Espíritu. En el pueblo cristiano han surgido numerosas iniciativas para una lectura comunitaria. No se puede sino animar este deseo de un mejor conocimiento de Dios y de su designio de salvación en Jesucristo, a través de las Escrituras. 2.            Leer, escuchar, repetir, meditar, comparar, entender, practicar... Todos estos verbos nos indican el objeto de la Lectio Divina o, mejor dicho, aquellas acciones que marcan el itinerario de la lectura orante de la Biblia.  

Vamos ahora a detenernos en una pasaje del AT, del libro de Nehemías en donde se nos indica lo que hacían el pueblo de Israel en la escucha de la Palabra.  [2]



[1] La Casa de la Biblia.   La Biblia en grupo.  Doce itinerarios para una lectura creyente.   Estella, 2000.  p. 25.

[2] La presentación de este texto como origen de la Lectio Divina en el AT la hemos tomado de:  R. Mercier.  Lectio Divina y Espiritualidad Bíblica.   Col. CELAM: Iglesia en Misión, 8.   Bogotá, 1997.  p. 35. 

“Todo el pueblo se congregó como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta del Agua. Dijeron al escriba Esdras que trajera el libro de la Ley de Moisés que Yahveh había prescrito a Israel.  Trajo el sacerdote Esdras la Ley ante la asamblea, integrada por hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era el día uno del mes séptimo.  Leyó una parte en la plaza que está delante de la puerta del Agua, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón; y los oídos del pueblo estaban atentos al libro de la Ley...  Esdras abrió el libro a los ojos de todo el pueblo - pues estaba más alto que todo el pueblo - y al abrirlo, el pueblo entero se puso en pie.  Esdras bendijo a Yahveh, el Dios grande; y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: «¡Amén! ¡Amén!»; e inclinándose se postraron ante Yahveh, rostro en tierra.   (Josué, Baní, Serebías, Yamín, Aqcub, Sabtay, Hodiyías, Maaseías, Quelitá, Azarías, Yozabad, Janán, Pelaías, que eran levitas, explicaban la Ley al pueblo que seguía en pie.)  Y Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido, para que comprendieran la lectura.  Entonces (Nehemías - el gobernador - y) Esdras, el sacerdote excriba (y los levitas que explicaban al pueblo) dijeron a todo el pueblo:  «Este día está consagrado a Yahveh vuestro Dios; no estéis tristes ni lloréis»; pues todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley.

Díjoles también: «Id y comed manjares grasos, bebed bebidas dulces y mandad su ración a quien no tiene nada preparado. Porque este día está consagrado a nuestro Señor. No estéis tristes: la alegría de Yahveh es vuestra fortaleza.»  También los levitas tranquilizaban al pueblo diciéndole: «Callad: este día es santo. No estéis tristes.» 

Y el pueblo entero se fue a comer y beber, a repartir raciones y hacer gran festejo, porque habían comprendido las palabras que les habían enseñado.  El segundo día los cabezas de familia de todo el pueblo, los sacerdotes y levitas se reunieron junto al escriba Esdras para comprender las palabras de la Ley.    Y encontraron escrito en la Ley que Yahveh había mandado por medio de Moisés que los hijos de Israel habitaran en cabañas durante la fiesta del séptimo mes.En cuanto lo oyeron, hicieron pregonar en todas las ciudades y en Jerusalén: «Salid al monte y traed ramas de olivo, de pino, de mirto, de palmera y de otros árboles frondosos, para hacer cabañas conforme a lo escrito.»   Salió el pueblo y trajeron ramas y se hicieron cabañas, cada uno en su terrado, en sus patios, en los atrios de la Casa de Dios, en la plaza de la puerta del Agua y en la plaza de la puerta de Efraím.  Toda la asamblea, los que habían vuelto del cautiverio, construyó cabañas y habitó en ellas - cosa que los israelitas no habían hecho desde los días de Josué, hijo de Nun, hasta aquel día - y hubo gran regocijo.     Esdras leyó en el libro de la Ley de Dios diariamente, desde el primer día al último. Durante siete días, se celebró fiesta; al octavo tuvo lugar, según la norma, una asamblea solemne”.  (Neh 8,1-18)  Este pasaje de Nehemías nos sugiere lo que se pretende en la Lectio Divina, es decir, las maneras o modos como el creyente que entra en la lectura de la Palabra de Dios llega al diálogo con el Padre Amoroso que le habla en el texto bíblico.  3.            Los pasos o escalones de la Lectio Divina:  Antes de iniciar el ejercicio de la lectura divina, es importante e imprescindible la preparación del lugar; la invocación por medio de la oración, del Espíritu Santo; ya que toda sabiduría que brote del ejercicio de la meditación de la palabra, es clara y perfecta bajo la inspiración divina. Después de estos presupuestos se siguen los pasos que aparecen a continuación; ellos son un derrotero, no una camisa de fuerza ni un proyecto que se aborde con frialdad o automatismo.   Se trata de un proceso dinámico en el que una etapa nace naturalmente de la anterior.   Guijo, un monje cartujo que vivió en el siglo XII, se imaginaba el itinerario de la Lectio Divina como una escalera de cuatro peldaños.  El primer peldaño es la  lectura, el segundo la meditación, el tercero la oración y el cuarto la contemplación.   3.1.         La Lectura (Lectio): Es el punto de partida y debe hacerse con atención y respeto.   Consiste en leer y releer el texto, identificando los personajes y la acción, preguntándose por el contexto y los destinatarios, para respondernos a nosotros mismos qué es lo que Dios nos quiere decir[1].  ¿Cómo hacer esta lectura? -          Leer orando:La Lectio Divina es ante todo una lectura orante; está en orden a la edificación de la piedad; no se trata de estudiar; el estudio informa, sólo la oración pone el corazón en contacto con Dios. -          Leer buscando:Leer lentamente el texto con el fin de penetrar sus secretos y dejarle la posibilidad de penetrar nuestro corazón; leerlo varias veces, y aún en voz alta. La lectura moderna, rápida y superficial  es enemiga de la Lectio Divina. Para evitar esa tentación, es aconsejable escribir el texto deteniéndose en cada palabra, con el fin de imprimir ese texto en el corazón. Pero no basta con leer el texto; hay que leerlo en sí mismo, detenerse sin emprender otro ejercicio que la atención . Cada palabra inspirada por el Espíritu Santo esconde el secreto de Dios; por eso hay que hacerle preguntas a cada palabra: ¿quién, qué, dónde, por qué, cuándo, por qué sí, por qué no, etc.? Y buscar las respuestas en el  texto, en la Biblia, ¡no en la imaginación de uno! El texto se iluminará buscando los paralelos que a veces aparecen en las referencias marginales de la Biblia. Se leen lentamente esos textos paralelos, se descubren nuevos sentidos del texto primero ya iluminado. “La Biblia se interpreta por la Biblia” es el criterio de la Lectio Divina.  -          Leer escuchando:En ese “ejercicio orante”, la lectura debe ser una escucha para llegar a convertirse en obediencia. Por eso, el afán es enemigo de esa lectura. La lectura se hace por la escucha. Con otras palabras, es preciso decir que la Palabra debe ser escuchada.  Esa manera de leer no busca la eficacia, la emoción sensible de orden psicológico. El propósito de esa lectura no está en resultados preconcebidos, sino en adquirir los ojos mismos de Dios. Se alcanza esa mirada de Dios al aprender a leer y a ver el mundo como Él lo vio y lo ve. De hecho, la Escritura es lo que, del hombre y del mundo, Dios lee y ve. -          Lectura repetida y minuciosa:¡Lectura repetida! “Más me gusta leer mil veces los mismos versículos (del Evangelio), decía Santa Teresa del Niño Jesús, porque cada vez les encuentro nuevos sentidos”. En cada nueva lectura, el texto sagrado se enriquece con nuevas armonías; cada vez, nuestra “copia se acercó a la página inspirada”. De esa manera se va imprimiendo en nuestro espíritu su riqueza y con cada uno de sus detalles[2]. 3.2.              La Meditación (Meditatio): En este nuevo escalón se trata de establecer un diálogo entre lo que nos dice Dios y lo que sucede en nuestra vida.   Interiormente aquí reflexionamos cuál es el mensaje que Dios tiene para mí o para nosotros en el texto que hemos leído.  Siempre se ha hecho notar, sin embargo, que este diálogo nace de la apropiación del texto en nuestra vida para lo cual se acude a la repetición interior de las mismas palabras con las que Dios nos ha hablado.  Se ha comparado la meditación a la acción que realizan algunos animales después de tomar los alimentos: rumiarlos.   En la Lectio Divina después de tomar el alimento de la Palabra, la meditación nos hace “rumiar” todo el tiempo lo que Dios nos ha dicho hasta hacerlo parte de nuestra propia vida.   Como se puede ver en este paso juega un papel muy importante la memoria porque ella permite tener el texto bíblico en nuestro corazón y hacer que cobre nuevo sentido cada vez que se haga consciente en nuestro interior.  “Rumiando” la palabra nos damos cuenta de las exigencias para nuestra vida de fe.   3.3.              La Oración (Oratio): Después de la meditación, la oración se presente espontáneamente.  En este momento la oración es aquello que el texto me hacerle a Dios.   Aquí aparece el diálogo con Dios propiamente dicho.   En la oración los sentimientos varían:  Temor, amor apasionado, acción de gracias, sequedad espiritual, silencio, entusiasmo, diálogo.  Lo importante es ser fiel al encuentro.  Sólo aquel que es asiduo a la Palabra sabe que Dios es siempre fiel y no falla en dejarse encontrar y hablar en el corazón.   En la oración es importante utilizar las palabras y los sentimientos del texto que hemos leído y meditado.  Así lo presenta San Agustín:  Si el texto es oración, ora; si es gemido, gime; si es gratitud, alégrate; si es un texto de esperanza, espera...”[3]. 3.4.              La Contemplación (Contemplatio): Es el punto más alto de la Lectio Divina y que reúne en sí mismo todo el camino recorrido en los pasos anteriores.   La contemplación es un don de Dios y por lo tanto una gracia que nosotros no podemos simplemente exigir por el camino que hemos recorrido.   En la contemplación, Dios nos concede saborear sus misterios, nos hace ver con sus propios ojos, nos da una nueva vida espiritual que está en sintonía con el querer de Dios, nos hace “intimidad” con él mismo.   Guijo, el monje del cual ya hemos hablado, insiste en que la contemplación es una especie de deleite en los misterios de Dios.  De otra parte no podremos nunca decir que ya hemos llegado al tope en la lectura de la Palabra o que ya hemos recorrido todo el camino.  Aún siendo la contemplación el último paso, ella se convierte en el primer escalón para seguir buscando, para seguir leyendo, para seguir orando y para seguir viviendo la Palabra.  4.                   La Lectio Divina nos mueve al compromiso:  Una lectura de la Palabra hecha con atención, con amor, con necesidad de entrar en diálogo íntimo con Dios, necesariamente lleva al compromiso, a la acción, a dar frutos de vida cristiana.    La acción no es un nuevo paso de la Lectio Divina, sino el resultado de todo el recorrido y de su permanente ejercicio.    Así tenemos los tres momentos de la espiritualidad cristiana en cuanto se refiere a la Palabra:  la escucha, el conocimiento y la puesta en práctica[4]. 


[1] La Casa de la Biblia. Op. Cit., 27.
[2] P. Roberto Mercier.  Op. Cit.  p. 83ss.  Todas las características de la “Lectura” que hemos mencionado las hemos extractado de esta fuente.
[3] Ibid. p. 113-114.

[4] Ibid.  p. 118.