20 April 2024
 

30 de noviembre de 2014.  ¿PUEDE UN MALEFICIO AFECTAR A UN CATÓLICO PRACTICANTE?  Pbro. Raúl Ortiz Toro. Licenciatura en Teología Patrística e Historia de la Teología - Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (Italia) - Maestría en Bioética - Universidad Pontificia Regina Apostolorum de Roma (Italia). Docente, Seminario Mayor San José de Popayán, Colombia  Primera aclaración: Dios existe y es absolutamente poderoso. El poder de Dios no tiene límites, el poder del mal, sí. Dios es eternamente bueno y siempre quiere nuestro bien.

No goza con nuestras adversidades, muy al contrario, las dificultades de la vida afianzan en nosotros las virtudes necesarias para tener una relación de más confianza en Dios. San Pablo, en la carta a los Romanos 8, 28 escribe: “A los que aman a Dios todo les sirve para el bien”.

Segunda aclaración: El diablo existe. Existe el mal. Existen personas que obran el mal. Pero, no todos los que obran el mal tienen una posesión diabólica efectiva, aun cuando con sus obras están encaminados a que esto pueda ocurrir. No todos los delincuentes que cometen crímenes o delitos, ni todas las personas que se dejan llevar por odios o envidias y buscan hacer daño a terceros a través de maleficios o hechicerías están poseídos por el demonio. Tienen sí, una gran incidencia del mal debido al mal uso de su libertad y a una voluntad enferma que no les ha dejado ver el beneficio de la bondad humana en la existencia.

Tercera aclaración: El diablo tiene poder limitado a su naturaleza creada; así como nosotros podemos ejercer influencia sobre una persona a través del poder de persuasión, así el demonio tiene esa capacidad; nunca se puede hablar de omnipotencia en este ser maligno. Por ello vemos que algunos maleficios tienen resultado o algunos hechizos son efectivos en el campo, por ejemplo, del amor o del dinero o de la adivinación del futuro. Esto puede resultar solamente por deducción no por omnisciencia.

Cuarta aclaración: No todas las adversidades que ocurren son maleficios. Ni todas las personas que nos odian nos hacen trabajos de hechicería para vernos derrotados. Existen contratiempos. Existen enfermedades, problemas en el trabajo, penurias económicas, divisiones en la familia. Pero estos acontecimientos que causan tristeza no siempre son provocados por brujos y hechiceros; muchas veces son ocasionados por malas decisiones a la hora de elegir el camino para solucionar un problema, o bien por la condición limitada de la existencia humana y del cuerpo, que se cansa y se enferma, máxime cuando no se ha cuidado con responsabilidad, o también por el hecho de que tratamos con personas de distintos caracteres y haciendo uso de la libertad asumen comportamientos que desobligan el afecto a través de antipatías. O incluso un revés económico consecuencia de la mala administración, de los gastos excesivos o de una pobre estrategia de mercadotecnia.

Resulta que la vida está hecha de altibajos, de luces y sombras, de llanuras y montañas. Sería demasiado ingenuo creer que la felicidad de la vida está en evitar absolutamente los contratiempos y, si estos se dan, entonces concluir que estamos siendo amenazados por fuerzas oscuras adversas propiciadas por los enemigos en general o por la envidia en particular.

Quinta aclaración: en la psicología humana cuenta mucho el poder de la sugestión. Cuando alguien me cuenta que ha empezado a sentir cosas extrañas en su vida, tales como visiones, audiciones, presencias malignas, ambientes de zozobra, desánimo en la oración –si se trata de una persona religiosa- etc., siempre busco que trate de llegar al momento inicial de estas percepciones sensoriales. Y casi siempre se trata del momento en el que alguien le sugirió que podían estarle haciendo daño, el momento en el que escuchó que a otra persona le pasaba lo mismo y estaba siendo trabajada por la brujería o el momento cuando la misma persona concluyó, a través de un acto de su entendimiento, que no podía haber otra explicación que el estar siendo objeto de brujería. Desde ese instante la persona empieza a buscar en su mente quién podría ser y siempre  ha de encontrar que hay alguien que “podría” no quererla por algún motivo. Antes de ese momento una enfermedad era solo eso, una debilidad física; después de ese momento se convirtió en un efecto del maleficio. La persona puede llegar a decir: “ahí comprendí de qué se trataba todo lo que me sucedía”.

La sugestión, como efecto de una idea o una imagen sugerida, puede ser reforzada, es decir, puede incrementarse, si quien dice ser acosado por brujería quiere acabar el mal con un mal peor: acudir a un brujo, devolver mal por mal. No conozco ningún caso en el que una persona que haya ido a donde un personaje de estos se halla encontrado con esta respuesta: “No señor, usted está limpio, no le están haciendo nada”. Muy por el contrario, siempre el brujo afirma: “Le están haciendo daño, tiene que hacer esto y aquello…”. La persona, enceguecida por el espíritu del mal, que busca alejarla de Dios, no entiende que el brujo es un comerciante y quiere crear la misma dependencia de quien necesita pan para el desayuno. Alentará la sugestión haciéndole ver que todo lo que le ocurre tiene una causa maléfica y que el brujo buscará con toda su astucia mantenerlo dependiente de él.

Sexta aclaración: La persona que se acoge al poder de Dios y lleva una vida sana habiendo superado resentimientos, rencores, malos recuerdos, envidias, que hace oración en su casa, lee la Palabra de Dios y asiste a la Eucaristía los domingos para dar gracias al Señor por todas sus bendiciones, se confiesa con cierta frecuencia sin volverse escrupulosa, es una persona que está “sellada” ante los efectos de cualquier maleficio. Si tiene una dificultad de cualquier tipo la verá como una bendición, una oportunidad, y no como efecto de fuerzas oscuras, al estilo de Job: “El Señor me lo dio todo, el Señor me lo quitó: ¡Bendito sea el nombre del Señor… (Job 1,21); porque “si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?” (Job 2, 10).

Aclaración Final: En la carta a los Filipenses 4, 13 san Pablo escribe: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Y en la carta a los Efesios 6, 10-20 nos brinda una gran ayuda al afirmar: “Vístanse la armadura de Dios para poder resistir los engaños del Diablo” y enseguida enumera estas armas de Dios: el cinturón de la verdad, la coraza de la justicia, las sandalias del celo para propagar la Buena Noticia de la paz. El escudo de la fe, el casco de la salvación y la espada del espíritu que es la Palabra de Dios. Vivan orando y suplicando, oren en toda ocasión animados por el Espíritu…