24 April 2024
 

Marzo 2012. P. Vicente Gallo S.J. Un problema, que con frecuencia se hace presente atentando contra la UNIDAD en la relación de la pareja, se centra en el tema del dinero. El dinero es algo necesario para lo elemental de poder comer cada día sin las penurias de quienes no tienen ingresos, así como para criar a los hijos con las comodidades a las que tienen derecho, y para darles unos estudios que les abran el futuro promisorio; y también para el deseable esparcimiento de la familia en unas buenas vacaciones, diversiones o viajes. Es igualmente necesario como previsión y seguridad para posibles gastos que acaso se necesitarán por enfermedades o reveses que traiga la vida. El dinero es necesario hasta para poder servir más a toda la sociedad haciéndolo capital productivo. Sin dinero, normalmente se puede ser menos y vales menos, se puede servir menos y peor a los demás, o quizás no se puede hacer nada.

Pero vale la pena mencionar aquí los conflictos que, en torno al dinero, se ocasionan en la vida de pareja, y mirar cómo en ellos se puede llegar a muy feas confrontaciones o peleas, incluso a rupturas matrimoniales. Acaso se llega a conversar sobre el problema que en el tema del dinero se esté ocasionando; °°°

haciéndolo así para evitar incomprensiones y distanciamiento en la pareja. Pero, una vez más, quedará claro que sólo con el diálogo desde los sentimientos que se están teniendo es como se arregla el conflicto y llegarán a mejorar los dos sanando una relación deteriorada; vivirán con mayor INTIMIDAD a partir de la superación del problema, creciendo ambos en el amor y la unidad en vez de que el problema no resuelto los esté separando.

Los conflictos pueden surgir por causa de lo mucho que cuesta ganar ese dinero y la ligereza que se ve en el otro para gastarlo. También, porque sólo uno trabaja recibiendo sueldo, y es mezquino dando ese dinero muy de gota en gota o sin que alcance para tantos gastos necesarios; por la razón de que «es de él», y hace con ello lo que le parece. Puede ser que tengan sueldo los dos, pero que cada uno lo considera «muy suyo» lo que gana; peleando por ver quién aporta menos para el gasto común, o quién hace más lo que le viene en gana con eso que considera «suyo». Sencillamente, acaso, porque el dinero no alcanza para tantas necesidades que apremian, cuando los sueldos son exiguos y de verdad insuficientes para vivir como apetecerían. También si es el caso de que a uno le han robado o le han estafado, y el otro dice «a ti tenía que sucederte, inútil». Igualmente cuando, ante alguna necesidad apremiante, uno recurrió a pedir prestado, y después esa deuda se hace un problema todavía más grave para él y para ambos.

¿A dónde se llegaría peleándose? ¿Qué se arreglará conversando sobre el problema, más allá de no pelear, y aunque se pongan de acuerdo para ver cómo los dos juntos arreglan la situación? Solamente el dialogar desde los sentimientos que al uno o a los dos les afecten por ese problema, llegarán de veras a comprometerse para solucionarlo juntos. Y además de un abrazo o un beso amándose con intimidad, se darán las manos para medir juntos el peso del problema y hacerle frente siendo los dos «una sola carne».

La deficiencia económica que los aflige, permanecerá acaso. Pero no el conflicto en su vida de relación. Viéndose apoyados el uno en el otro de manera tan incondicional, vivirán amándose como se lo prometieron al casarse: en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas, en los problemas igual que en la bonanza. Y serán felices aunque les falte la riqueza; porque, para ambos, la felicidad que anhelan es la de vivir el amor verdadero, y no verse perdidos sin apoyo ni con quien descansar.

Problemas en la pareja: El trabajo

P. Vicente Gallo, S.J.

Otro problema y fuente de conflictos que en la vida matrimonial se pueden dar hoy día con facilidad es el tema del trabajo: del uno, del otro, o de los dos. Quizás porque se tiene, sí, pero se considera un trabajo poco digno, pensando que uno estaba preparado para más; aunque se busque, no hay otro. Será, acaso, porque quien tiene ese trabajo no se esfuerza mucho por buscarse otro mejor, porque es un conformista, o piensa que con su mal carácter nadie le va a dar nada y puede estar contento con lo que tiene. Sea por lo que fuere, puede ocurrir que escuche el reproche: «mira a fulano, que es más vivo y ha encontrado un trabajo mejor». Sin querer herir, sino decir la cosa como es, ha causado en el otro una herida añadida a su complejo.

Podrá ser el caso de que uno ha tenido un incidente desagradable en su lugar de trabajo, y teme con razón que le puedan despedir. Sencillamente porque van a hacer una reducción de personal, y teme que le toque a él. Pero ¿Se atreverá a decírselo a su pareja? ¿Cómo será la reacción de su pareja al saberlo? ¿Qué trabajo podría encontrar después? Mientras tanto, esa persona tiene obvios sentimientos de temor, de tristeza, de frustración.

La situación podrá ser que, por lo que fuere, uno se quedó sin trabajo. Y con ello, los problemas subsiguientes de que, al faltar el trabajo, faltará el sueldo y los ingresos económicos en la casa; generándose la penuria, y las angustias de no poder cubrir los gastos de los hijos en el Colegio, ni pagar deudas contraídas, ni alcanzar acaso para comer cada día. Pero no serán solamente los problemas económicos que se crean al faltar el trabajo; será también el aburrimiento y el mal humor de quien no tiene en qué ocupar los días, el sentirse relegado a ser ocioso y a no poder ser útil en una edad todavía con fuerzas para rendir, con la humillación de considerarse «un mantenido» mientras con su trabajo debería mantener él a la familia.

Todo ello aun en el caso de que la pérdida del trabajo no haya sido por una injusticia que le hicieron, y que su pareja, igual que los hijos y los demás familiares, no le comprendan en su situación penosa, echándole en cara «su ociosidad» o que es «un inútil». Peor todavía si, buscando afanosamente un nuevo trabajo, no lo encuentra, y le reprochan que no lo busca debidamente para encontrarlo como lo encuentran otros.

Estoy hablando refiriéndome al esposo; pero puede aplicarse igualmente a la mujer. Los sentimientos negativos, atentatorios contra la relación de pareja, abundarán en los dos cuando llega este problema. Encarase uno al otro y ofenderse en una pelea, es casi inevitable; con el consiguiente poner más veneno en la relación, hasta llegar a las ofensas, a las heridas mutuas, y hacer imposible la convivencia. Decidir conversar sobre el por qué sucedió todo eso, sobre lo angustioso de la situación, y sobre la dificultad real de encontrar un nuevo trabajo donde no lo hay, como frecuentemente se hace, podrá servir en el mejor de los casos para aceptar los problemas, pero no para vivir en solidaridad e intimidad haciéndoles frente ambos a la par.

Una vez más, concluimos que solamente vale dialogar sobre aquellos sentimientos que embargan al uno y al otro, abriendo cada uno su corazón para acogerse de veras y vivir más unidos cuando más lo necesitan, al venir la adversidad. Para siquiera tenerse mucho amor y gozar la intimidad, la verdadera unidad en su vida de pareja. Aunque los problemas acaso no se arreglen, el amor de pareja en peligro sí se arregla con ese diálogo. Vale mucho aprender esta manera de arreglar los problemas con el amor y nunca con las heridas y el enfrentamiento.

Problemas al vivir en pareja: La Salud

P. Vicente Gallo, S.J.

Los problemas en la vida de pareja pueden venir, acaso, en el tema de la salud: del esposo, de la esposa, o de los hijos. Cuando la enfermedad ya está diagnosticada o ya cuando los síntomas ya empiezan a aparecer, no es normal que surjan sentimiento de gozo ni de aceptación; sino múltiples sentimientos negativos en quien lo padece y en quien lo ve: el dolor, la pena, el temor de que la cosa vaya a peor, y la angustia ante la impotencia o acaso ante la falta de dinero para un tratamiento adecuado.

Porque esos problemas de salud complican casi siempre lo doloroso de la situación por el desequilibrio económico que ocasionan, dado lo caros que suelen ser los tratamientos necesarios y los costos de las medicinas. Hay casos en que no se trata de simple desequilibrio, sino de imposibilidad para cubrir tantos gastos con los ingresos que se tienen en casa. Agravándose todavía más el asunto cuando resulta inútil todo lo que se gasta, pero sería obligado hacerlo por razones de humanidad.

Ojalá no haya motivos para reproche por no haberse prevenido mejor, por no haberse cuidado (por ejemplo ante el alcoholismo), o por tener una predisposición hereditaria (por ejemplo en el cáncer), o por haber tenido «juntas» indeseables donde uno contrajo ese mal irresponsablemente. Las peleas por causa de ello serían lo peor que podría ocurrir. Dándose buenos consejos o palabras de aliento conversando, se puede conseguir el verse acompañados en el dolor, pero poco más; ya es algo, pero insuficiente.

Aunque la enfermedad no sea tan grave, sino pasajera, corriente, el modo verdadero de acompañarse con amor será el diálogo, comunicarse ambos los sentimientos que están teniendo en tal situación; tenerse esa confianza de intimidad, diciéndose el uno al otro: «estamos juntos, es lo importantes, y nos amamos». Alivia mucho hacer el diálogo unidos de las manos y acabar besándose, para manifestar ese amor que los une, y enfrentar así el dolor.

Sufrir el dolor es inevitable en la vida; pero cuando el está ungido con el bálsamo de un amor sincero, se hace más soportable. Podrá llegar acaso la muerte, ojalá no suceda en esta situación. Pero si sucede, morir viéndose amado profundamente por quienes le acompañan a uno, es menos doloroso. Y lleva a la eternidad ese amor que lo fue hasta lo último. Entonces se halla que valió la pena haber vivido juntos para compartir también el dolor.

Problemas al vivir en pareja: El tiempo para compartir.

P. Vicente Gallo, S.J.

Otro tema vidrioso es el tiempo que acaso no se dedican para estar juntos, el tiempo que llevan sin conversar entre sí, quizás el tiempo que hace que ni apenas se ven. Ello podrá ocurrir por la necesidad poco deseable de estar cada uno en una ciudad o país distintos por razón del trabajo. Podrá ser otra la circunstancia: que los dos trabajan, pero que normalmente no coinciden en casa ni para comer, o quizás ni para dormir juntos. Podrá ser que, también por razón del trabajo, uno de los dos tiene una tarea normal exagerada, que le quita mucho o todo el tiempo para estar gozando de vivir acompañándose. Acaso ocurre que casi siempre se lleva a casa parte de la tarea de su lugar de trabajo; o sencillamente que el trabajo que tiene es tan abrumador que no puede tomarse tiempo ni para descansar y ello le hace estar siempre de mal humor. Puede sucederle eso al hombre, a la mujer, o a los dos más o menos por igual. No tienen tiempo para conversar juntos.

Otra de las causas por las que apenas se dedican tiempo para vivir en una verdadera relación de pareja, puede ser que caigan en la tentación de estar haciendo cada uno su propia vida, con sus diversiones y amigos personales, igual que cuando eran solteros, como ven que otros lo hacen por ahí. Son también, acaso, las obligaciones sociales que cada uno se está imponiendo al margen del otro, sin la intención siquiera de acompañarse por él.

Los sentimientos negativos y enfrentados que surgirán en el uno y el otro, son obvios, y es obvia también la tensión desagradable que se crea en la relación de pareja. Podrá ocurrir que en un comienzo se disimule la tensión por no aparecer como excesivamente sensibles, pero poco a poco sucederá que esos sentimientos, acumulándose, irán creciendo: sintiendo la impotencia, la ira, el rechazo del otro, la soledad misma sentida, al verse dejado de lado así.

Una vez más, tenemos que decir que, para salir al paso del problema, no vale la confrontación que, si es pelea, será de efectos muy nefastos; aunque fuere para el simple poner las cosas en claro, será de efectos negativos. El ponerse a conversar sobre el asunto con valentía para ver cómo entenderse, y pedir o dar explicaciones, serviría también para poco.

Lo único eficaz será, siempre, el dialogar sobre los sentimientos que por esa situación se están teniendo, a fin de comprenderse y amarse más de veras, asumiendo el culpable lo que el otro está sintiendo inevitablemente y que de nada sirve discutirlo. Tratarán de ver cómo hacer para que, a pesar de todo, ambos se den más tiempo para vivirlo juntos. Y el tiempo que de hecho tengan disponible, prometerán vivirlo juntos con mayor intensidad. Fuente: Formando al Laico