16 April 2024
 

                En el diaconado, la Iglesia tiene un ministerio que da un rostro verdadero a la estrecha conexión entre Martyria Leiturgia y Diakonia. Con esto los laicos, y también los obispos y sacerdotes están exentos de su tarea diacónica. Surge la pregunta ¿cómo se armoniza la diaconía del ministerio eclesiástico con la diaconía de todo el pueblo de Dios que se encuentra en el seguimiento de Jesús?

                En LG 10 el Concilio habla del sacerdocio común de todos los bautizados. En SC 14 de la participación activa (Actuosa Participatio) de todo el pueblo de Dios que no se limita a la liturgia, sino que incluye toda la vida de la Iglesia. Esto nos dice que la pertenencia común al pueblo de Dios es reservada a todos los bautizados, y a todos los ministerios, carismas y servicios [10] . Pero con esto no se abrogó la diferencia esencial entre clero y laicos (LG 10). "La Iglesia como communio debe entenderse como un todo diferenciado, como un cuerpo u organismo en el cual los diferentes órganos actúan de manera diferente pero por el bien del conjunto".

                Así que la eclesiología de la "communio" acaba con el modelo de una pastoral asistencial. Ella presupone que todos los miembros de la Iglesia tienen a su manera una corresponsabilidad en la Iglesia y por ella. "¡Pero corruptio optimi pessima!" No existió ni existe un aspecto de la doctrina conciliar que fuera tan malentendido y lo es todavía. Primero se malentendió la magnitud teológica pueblo de Dios (Laós tou theou) en el sentido de una alianza política (Demos) y por consiguiente se pidió una democratización de la Iglesia. En cuanto no se pide más que una mayor participación, esto es fundamentalmente justificado. Pero con esta petición está relacionada la pretensión ideológica de nivelar la irrevocable diferencia de carismas, ministerios y servicios. "El pueblo de Dios en el sentido del Concilio no significa solamente los laicos o las bases, opuesta a la Iglesia oficial. Pueblo de Dios es el todo orgánico y estructurado de la Iglesia, el pueblo reunido en torno al obispo y dependiendo de su pastor, como lo dijo Cipriano de Cartago"[11].

 

                ¿Qué es la tarea específica del ministerio en este todo? La respuesta nos es dada en el cuarto capítulo de la Carta a los Efesios. Allí se habla de cómo el Señor ascendido atribuyó los diferentes ministerios: apóstoles, profetas, evangelistas y pastores. Enseguida se dice por qué lo hizo: "para administrar a los santos para el cumplimiento de su servicio, para la edificación del cuerpo de Cristo" (Ef 4,12). El ministerio eclesiástico es un servicio a los otros servicios; debe administrar los otros servicios, es decir no limitarles o minimizarles, sino que debe inspirarles, motivarles, cualificarles para contribuir a la edificación del cuerpo de Cristo.

                Esto vale también para los diáconos. El mismo no puede y no debe ejercer toda la diaconía de la Iglesia; pero debe y puede inspirar, motivar y cualificar a los otros y lo hace mejor cuando ejerce su servicio de manera ejemplar y por su proclamación invita a los otros a hacer lo mismo y les fortalece por el servicio sacramental en este camino.

                Queda establecido: La diaconía es una dimensión fundamental y esencial de la Iglesia, y pertenece de manera central a la misión del obispo. El diácono lo realiza como representante del obispo y participando en la misión de este último; él representa el buen pastor y el diácono, Jesucristo. Su servicio diaconal debe entusiasmar a los otros, animarles y fortalecerles para que sirvan ellos también, siguiendo a Cristo, sus hermanos y hermanas, compartir con ellos/as y sustentarles con el ejercicio de las obras corporales y espirituales de misericordia, edificando de este manera la comunidad de Jesucristo y vivirla. De la misma eclesiología de la communio surge la necesidad del servicio del diácono. El representa a Jesucristo como buen pastor que sigue la oveja perdida, la levanta en sus hombros y no duda en sacrificar su propia vida.

Actualidad de la Diaconía de Communio

                La Iglesia y sus comunidades viven y actúan en su tiempo y deben estar atentas a los "signos de los tiempos". Hoy en día, tanto la Iglesia como la sociedad, se encuentran en una gran ruptura interior y exterior. El diácono, de modo particular, está llamado y desafiado a estar atento a los signos de los tiempos, tener un oído claro a las esperanzas y alegrías, dirección y orientación de fe y, partiendo de la esencia de la fe cristiana, crear ánimo y fuerza, paciencia y esperanza, alegría y paz en lo cotidiano de la vida de los seres humanos.

                Por esto, preguntemos, finalmente sobre la diaconía de la communio en la situación presente e igualmente sobre la actualidad y durabilidad del servicio diacónico. Por consiguiente, notemos un análisis breve y obligadamente también acortado de la situación en la cual nos encontramos hoy en día.

                Una de las mayores palabras, tal vez la palabra grande, central y fundamental del modernismo es "libertad". La Iglesia desconoció y a veces incluso condenó -en el pasado- esta palabra y el gran valor que ella manifiesta. Durante mucho tiempo, la Iglesia ignoró el hecho de que el patetismo libertario del modernismo tiene sus raíces también en el cristianismo. Sólo con el Concilio Vaticano II cambió el turno y pertenece a los grandes éxitos del actual pontificado y de su persistente política de "derechos humanos", que la heredad del Concilio no fue solamente mantenida sino también continuada, profundizada y enriquecida trayendo así una importante contribución al adviento de la libertad en Europa del Este.

                Por supuesto, el Papa no se cansa de mostrar también el reverso del esfuerzo occidental moderno hacia la libertad. Este se insertó muy naturalmente en la tendencia individualista del postmodernismo. Esta tendencia eliminó la tercera palabra - clave de la revolución francesa: "fraternidad", conduciendo a una larga eliminación de la solidaridad. Marca de ese proceso es el crecimiento de los fenómenos de soledad, insolación, frialdad social, como también la erosión de los valores comunes fundamentales. El entendimiento emancipatorio unilateral se eximió de las bases valóricas que estableció la historia moderna de la libertad. Esta "libertad de" sin "libertad para" condujo al pluralismo básico del postmodernismo, a una indiferencia que no puede ni entusiasmarse ni decidirse por alguna cosa, que se opone de manera indiferente y escéptica a todos los valores últimos, que conduce a un déficit de sentido, a una vaciedad psíquica, a un vacío interior, que termina en la falta de sentido y en el nihilismo. Algunas proyecciones pueden aclarar más aún esta situación:

                En el ámbito del matrimonio y de la familia, la soledad y el fastidio aumentan cada vez más. El número de divorcios está también aumentando constantemente, como también el número de madres solteras. En el ámbito macro social se notan, junto a la pobreza material y al desempleo, el aumento de los refugiados y expatriados, de los sin techo, de los adictos, solos, desesperados, de los sin perspectivas, de las personas incapaces de tener relaciones permanentes, de las mujeres y niños amenazados, y de las existencias marginales amenazadas por el crimen. Generalmente, parece que está explotando en nuestra sociedad un estado de incapacidad de relacionarse y de vivir, vinculada con el aislamiento y la individualización, con un placer de destruir y rechazar, con el no-tener-ganas-de-hablar y con el miedo de tener contactos. A muchos se les oscureció la vida. Otros son bloqueados por una resignación depresiva hacia las amenazas contra su existencia corporal o sus posibilidades de vida, desde el punto de vista psico-social. La mentalidad de desechado, la mentalidad de adaptación, como también la contradicción hacia las realidades de la vida, son signos del tiempo. Como consecuencia de la manipulación mediática y publicitaria conduce a otras personas a producir constantemente ídolos de vida, resultando en expectativas demasiado altas para consigo mismo y los otros y en seguida decepciones relativas a sí mismo y a los otros. Por otro lado, se nota en muchos un bienestar y un lujo ilimitados, un disfrutar de la vida sin discernimiento, una afirmación de sí agresiva etc. Estos también son signos del tiempo [12].