20 April 2024
 

                5 Febrero 2012Autor: JOSÉ MANUEL OTAOLAURRUCHI 

El descanso es una necesidad, no solo física, sino también psíquica. Los problemas y las dificultades las necesitamos compartir, sacar fuera, desahogarnos para sentirnos aliviados y con ánimo para arrostrarlas con mejores disposiciones.

    Existen distintos métodos para descansar: practicar un deporte, salir de paseo al campo, cambiar de ambiente, todo esto es igualmente recomendable. Algunos descansan bailando, charlando o saliendo con los amigos en sana diversión.

    Este domingo, Jesús nos muestra una terapia sumamente eficaz para descansar y fortalecer el espíritu, que se llama la oración. Entrar en nosotros mismos en el silencio del alma, retirarnos del bullicio del ruido para recuperar el recogimiento. Dirigir la mirada hacia nuestro interior y hacia lo alto, para que Dios toque nuestra alma y nos llene de su paz. La oración es tan importante que el mismo Cristo la buscaba con ahínco. Se levantaba de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, para irse a lugares solitarios a orar.

    ¿Qué es y en qué consiste el beneficio de la oración? La oración es hablar con Dios, de corazón a Corazón, con la certeza de que siempre nos escucha. "Te doy gracias, Padre, porque siempre me escuchas" (Jn. 11,41). En el suplicio de la cruz vuelve a elevar sus ojos al cielo para interceder por sus verdugos: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen" (Lc. 23,34). Jesús estaba tan convencido de la presencia de Dios en nuestro corazón que nos enseñó cómo debíamos orar: "Cuando quieras orar, entra en tu habitación y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt. 6,6).

    La oración produce ubérrimos frutos: en primer lugar ordena la vida porque todo adquiere su debida proporción e importancia; nos libra del vicio del activismo para enseñarnos infinidad de realidades hermosas que dejamos a un lado por estar absorto en el torbellino del trabajo. La oración nos libra de absolutizar las cosas temporales que con tanta facilidad nos roban la paz siendo en el fondo banales y superficiales. En la oración podemos pedir a Dios por nuestras necesidades y penas, consciente de que Dios es bueno y misericordioso. A los incrédulos Jesús les echó en cara su necedad: "Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre. Pedid y recibiréis" (Jn. 16,24).

    Dios sana las heridas más dolorosas, consuela las penas más profundas, alegra los más tristes momentos de la vida. Dios comprende todo nuestro ideal, Dios embellece los campos y hace cantar a los pajarillos, Dios es objeto digno del amor de nuestros corazones, es amigo, padre y hermano, Dios nunca falta, Dios es fiel.